De nuevo el día 28 de Julio nos vamos a conocer un poco de la historia de nuestra villa, Laredo, este año con especial atención a Santa María de la Asunción, la joya gótica que encumbra la Puebla Vieja. Os esperamos para sentir esas sensaciones.
TEXTO DE GRACIELA FERNANDEZ RIVERO, Secretaria de Patrimonio de Laredo, para el evento.
Voy para 800 años en pie, y aquí sigo. Presido vigilante desde este enclave privilegiado la vida de mi pueblo, de mis vecinos. He sido testigo de todo tipo de avatares, que han sido unos cuantos os lo puedo asegurar…. y los que nos quedan…. Reconozco que tengo algunos achaques, pero para la edad que tengo creo que estoy estupenda. Hoy me gustaría contaros mis origenes.
Corría el año 1238 de la Era Hispánica (el 1200 para vosotros) cuando nuestro Rey Alfonso VIII de Castilla concedía a los pocos pobladores de este terruño un Fuero: los pejinos serían dueños y señores de su destino, servidores únicamente del Rey de Castilla. Comenzaron a llegar nuevas gentes a Laredo buscando un futuro. Cayeron las viejas chozas de barro y madera, se construyeron viviendas de piedra más dignas, imponentes torres señoriales, todo ello organizado en rúas a los pies de donde nos encontramos. El pequeño puerto se convertirá poco a poco en centro neurálgico de este nuevo Laredo acogiendo cada vez un más abundante número de naves…
Los laredanos deciden que era necesario un nuevo templo, digno estandarte del título que ostentamos, el de villa.
Dios había sido generoso con el pueblo de Laredo trayendo prosperidad, que menos que darle gracias por esta bendición. Y que mejor manera que construir un nuevo templo sobre la vieja iglesia románica. Esa vieja iglesia románica son mis cimientos y los de mis vecinos, en definitiva, es nuestro nexo de unión con los antiguos pobladores de estas tierras.
El Cabildo se puso rápidamente manos a la obra, apoyado por las familias más pudientes y por el concejo, poco importaba cuanto costase y cuanto durase la obra, todo era para gloria de Dios. Se contrató un maestro de obra y numerosos artesanos, aprendices y peones que llenaron las rúas de bullicio durante los muchos años que duró la obra.
Entre los artesanos había canteros, carpinteros, herreros, hojalateros, vidrieros, …. Cada maestro artesano estaba al frente su propio taller en el que eran ayudados por los aprendices. Los trabajos más duros se reservaban a los peones. Algunos de estos hombres procedían de Laredo pero en su mayoría eran de pueblos más o menos cercanos Cada taller precisaba su propia herramienta que se construían aquí mismo: zapapicos, cinceles, martillos y escantillones para el cantero; taladros y brocas, sierras, cepillos, mazas y cuñas para los carpinteros….
El Cabildo aprobó rápidamente uno de los proyectos presentados. Inmediatamente el maestro carpintero y el maestro cantero fueron con sus aprendices y peones a bosques y montes cercanos para talar la madera y extraer la piedra que sería y aún sigue siendo mi esqueleto y mi cuerpo. Durante meses las puertas de la nueva muralla fueron atravesadas por cientos de carretas diarias cargadas con la madera y la piedra necesaria.
Se construyeron barracones para todo el personal y para todos los talleres. Muy cerca de la herrería se construyó un taller para los canteros y así éstos podían reponer fácilmente las herramientas desgastadas por el uso, cosa muy frecuente.
Se allanó la parte oriental y se señalizó con estacas la posición del ábside y del coro.
Vais a permitirme que me emocione recordando el día que se colocó la primera piedra, en la cabecera de lo que sería la nave principal. Fue un día de grandes fastos, vinieron gentes de muchos lugares, incluso allende de las montañas. Tres días duraron los grandes festejos.
Los canteros rápidamente comenzaron el trabajo de la piedra. Era extraída por los peones y después los maestros y sus aprendices cogían los bloques de piedra para tallarlos con cincel y martillo, siguiendo los modelos entregados por el maestro de obras.
Bloques que sirvieron para levantar columnas, pilares y los muros de mis paredes. El ábside fue lo primero que se terminó y se continuó con la construcción de la nave principal y las laterales.
Durante los inviernos muchos hombres que trabajaban en mi construcción regresaban a sus hogares, pero había otros trabajos que continuaban: los canteros que realizaban los capiteles o los vidrieros que habían comenzado a construir las bellísimas vidrieras de colores que debían adornarlos grandes ventanales. Con la primavera se retomaban todos los trabajos y las rúas de Laredo se volvían a llenar de gran algarabía y gentes.
Por fin pasados varios inviernos grandes armazones triangulares de madera fueron izados pieza a pieza hasta el lugar donde debía construirse la cubierta para después, proceder a su montaje mediante un ingenioso sistema de ajustes que daba al conjunto una gran solidez.Fueron fabricadas las puertas por los maestros carpinteros, con clavos preparados por el herrero que también hacía las bisagras y los cerrojos.
Se encargaron a campaneros trasmeranos fundir 4 campanas para la torre que estaba terminándose de hacer, se la rodeó de un sólido armazón de madera, para poder izar las campanas y colocarlas en su lugar. De cada campana pendía una soga, que permitía hacerlas oscilar, produciendo un sonido que se podía oírse a varios kilómetros de distancia. Campanas que han marcado durante siglos el tiempo de mis convecinos y les ha avisado de los graves peligros que han amenazado a la Villa.
Después de muchos años de duro trabajo me convertí en el edificio más imponente de la Villa. Un 11 de noviembre festividad de San Martín enormes pendones de colores colgaban de mis recién estrenados muros. La luz se hizo gracias a los numerosos candelabros colocados estratégicamente por todo mi interior. El coro comenzó a cantar y todo se llenó de notas melodiosas y mis vecinos, la mayoría hijos y nietos de los que empezaron mi construcción, abarrotaron mi interior y en ese momento ellos y yo nos sentimos unidos para siempre.