Cofradía de San Martin (Laredo en mi espejo, Maximino Basoa)
La marinería forma, desde tiempo inmemorial un Cabildo o Cofradía de mareante y navegantes, presidido por un Alcalde de Mar, elegido por sufragio anualmente, así como también la Junta de diputados.
A mi juicio, la constitución de la Cofradía se debe a los monjes benedictinos franceses, instalados en Santa Catalina, quienes no solamente instruirían a los pescadores, sino también les da´rian su propio patrón, al Obispo francés San Martine de Tour (La calle de San Martín es el viejo camino a Santa Catalina y Liendo)
En los viejos pergaminos de la antigua parla se cita a la Cofradía de San Martín de Laredo, y así se lee en el privilegio del año 1392, otorgado por el rey don Enrique, confirmando los dados por su padre y antecesores a la Cofradía de San Martin.
La Cofradía de San Martín, el Cabildo de Santiago y las cuatro casas fundadoras se repartían por partes iguales los cargos públicos de la villa.
Hasta mediados del siglo XVI no se redactaron sus primeras ordenanzas, en las que constaban ciertos derechos y jurisdicción que motivó pleitos con la justicia de la villa. (Fueron aprobadas en Madrid el 16 de febrero de 1577)
Desde el año 1795, reinando Carlos IV, hasta el 14 de enero de 1866, rigiose el Cabildo por las ordenanzas generales publicadas en dicho año de 1795, con las adiciones de 2 de enero de 1802
Los gremios de mareantes fueron disueltos por real decreto de 11 de julio de 1864 y real orden de 1 de agosto del mismo año. En referida fecha de 14 de enero de 1866 se volvió a construir la actual Sociedad.
La casa de la cofradía fue en siglos anteriores la ermita de Santa Catalina, conocida también por la de San Martin, allí se celebraban todas la juntas al toque de campana.
La venta de la pesca debió hacerse en un principio sobre los mismos muelles, pero más tarde se hizo en los soportales de la casa Vélez Cachupín (por lo que tuvo pleito con la Cofradía), y en los del Ayuntamiento, hasta que en el año 1872 se construyó la casa del Cabildo en la calle del Paseo, hoy llamada Menéndez y Pelayo, en el primer solar de la izquierda entrando .en el lugar que ocupa actualmente la sucursal del Bando mercantil de Santander-, Era una planta baja, de unos treinta y cinco metros de longitud, con una amplia marquesina en la fachada del Estee, sostenida por seis columnas de hierro.
Fue Fray Tomás del Castillo, natural de Laredo, hombre de gran cultura, que desempeñó altos puestos en una República central americana y murió a fines del pasado siglo, quién ideó el actual procedimiento de la compra-venta del pescado. ël dirigió y construyó la urna de madera, de forma cilíndrica que se levantaba en el centro del salón de ventas, dejando al descubierto el centro del aparato y los hilos metálicos que movían el complicado mecanismo. A la altura de dos metros y alrededor de la urna, que tendría metro y medio de diámetro, se depositaban las bolas que por un tubo iban a caer a la mesa del sr. Presidente.
Eñ Alcalde de mar, con el Secretario y el pregonero, formaban la presidencia y alrededor de la urna se encontraban los escaños, numerados y señalados con un rótulo, donde se sentaban los compradores hasta un número aproximado de cincuenta.
El pregonero anunciaba el acto con un buenos días, tarde3s o noches, según la hora y seguidamente añadía: » Se ponen a la venta mil arrobas de sardina, poco más o menos, se pide por la fración ocho pesetas .una leve pausa- siete noventa -una leve pausa- siete ochenta .leve pausa- siete setenta… etc¨ hasta que un comprador o varioa a la vez tiraban de su anilla, colocado en el brazo de madera de cada asiento, y al instante las bolas numeradas correspondientes a cada comprador, bajaban vertiginosamente por el centro de la urna, según el orden e intervalo que habían sido despedidas por los compradores, y siguiendo por un tubo iban a dar a un canuto estrecho que taponaba una pequeñita chapa de latón, que al abrirla caían en la mano del Sr. Alcalde de ma, quien leía los números de las bolas por el orden que salían , respondiendo los compradores a quientes pertenecían y haciendo estos la petición que estimaban convenniente a sus negocios, pudiendo adquirir el primero a quien salía su bola rodo el pescado puesto en venta -las mil arrobas de sardinas- , y si no lo veríficaba así, el resto de lo que dejaba de adquirir era ofrecido al siguiente comprador que salió su bola en segundo lugar, y continuaba la oferta a todos los compradores, mientras quedaban arrobas de pesca sin vender. En el caso de que no hubiere compradores para el resto de la pesca que quedara, después de haberse vendido a uno o a varios, el pregonero continuaba la venta; «siete setenta -leve pausa- siete cincuenta…. etc», hasta que bajaba a un precio conveniente para disparar nuevas boas y de esa manera se continuaba. Terminado el acto, el pregonero volvía a descubrirse la cabeza como al comenzar y exclamaba: «Buenos días, tardes o noches….»
Terminada la venta, los pescadores retiraban las muestras de lo pescado, y con lo traído en carros desde el muelle se dirigían a las dos grandes balanzas de hierro que había en el soportal de la casa y lo pesaban antes de llevarlo a las fábricas de escabeches.
Posteriormente, por el año 1903 , la casa del Cabildo se alquiló para café, y los marineros fabricaron la actual a la margen del muro Sur del muelle de 1883, en donde se continúa la venta del pescado en idénticas condiciones e igual aparato -que ha sido imitado- en otras casas de venta de la costa del Cantábrico-, con tan sólo la variedad de que la urna ha sido reducida en tal forma, que se halla hoy sobre el extremo de la mesa presidencial.